La adolescencia es una fase de mutación, de muda, es un trabajo psicológico, Respecto de la cual los jóvenes nada pueden decir.
La inopia es debilidad de la adolescencia. Ponemos como ejemplo a las langostas que pierden su caparazón. Hasta que tengan el próximo, si reciben golpes quedan heridos para siempre. Su nuevo caparazón cubrirá las cicatrices, pero no las borrará.
El adolescente que fue interrumpido o subestimado en la casa, no se atreve a expresarse en otros lugares donde el hacerlo le conferiría valor, ya que fue desvalorizado en la casa. Es a los educadores a los que les corresponde darle la voz al niño, pidiéndole su opinión. Y no solo a aquellos más dados, sino también a aquellos más callados. Estos últimos reconocerán que a pesar de no estar entre los activos, el profesor los tiene en cuenta. El profesor puede salvar a un muchacho que este abrumado por sus padres. El adolescente también reacciona a todo lo positivo que se hace por él, solo que no lo manifiestan en el mismo momento. Por eso hay que insistir a los adultos en perseverar que, aunque el joven parezca “tomarles el pelo” cuando son varios, cuando está solo, esta persona es para ellos muy importante.